miércoles, junio 09, 2010

La leyenda de Kazmar I



Hoy, revolviendo un poco por el PC, encontré este relato. Lo escribí hace ya algún tiempo, partiendo del transfondo de un pj para Reinos de Hierro (el pj era el nieto del Thain Ugoth). Lo he partido en varias partes para que no resulte demasiado pesado (que ya bastante denso es el estilo de silmarillesco en el que lo escribí, creo) :P



Ocurrió en el año 421 tras la liberación. El Clan Martilloigneo y el Clan Bajopiedra celebraban unos festejos en un intento de fortalecer los lazos comerciales que los unían. Varias de las hijas de cada Rey se casarían con los hijos del otro, formando así una relación familiar que asegurará la paz y la concordia durante generaciones. Sin embargo no eran esas las autenticas intenciones del Rey Martheos de Bajopiedra.

Orgulloso e inteligente, deseoso de mas tierras, el Rey de Bajopiedra había armado sus ejércitos durante el invierno, y ahora estaba ansioso por encontrar un enemigo. Y así, durante el banquete ocurrió todo. Mientras se servían jarras de cerveza a los comensales, el Rey Kargath de Martilloigneo exclamó:

- Probad, queridos invitados, la mejor cerveza jamás fermentada, salida de nuestras bodegas.

Martheos vio su oportunidad, y tomó tal afirmación como un menoscabo a la pericia de sus cerveceros, y así lo expresó. Y si bien la cerveza puede ser un asunto banal, dejó de serlo cuando los menosprecios pasaron al terreno de los soldados, los herreros y las virtud de las hijas de cada cual. Ocurrió así que donde minutos antes había un banquete festivo, de pronto hubo espadas desenvainadas y hachas prestos por doquier, y sin duda la sangre hubiera corrido aquel día de no ser por la intervención de Ulrik, Tribuno sirviente de los Grandes Padres que se encontraba entre los invitados de honor.

- ¿Que es lo que estáis haciendo? ¿Que clase de honor tenéis vos que desenfundáis un arma en la casa de vuestro anfitrión? ¿Y como os atrevéis vos a insultar y amenazar a vuestro invitado? ¿Son estas las maneras por las que serán recordados los Bajopiedra y los Martilloigneo? ¿Las maneras de unos jovenzuelos embriagados incapaces de mantener sus armas en su sitio?

Y tan dura fue la reprimenda que todos bajaron la cabeza avergonzados, enfundaron sus armas y los Bajopiedra abandonaron el salón en paz, no sin antes jurar venganza por aquella afrenta.

Fue así como la guerra se cernió sobre las montañas de Bajopiedra y Martilloigneo, y en verdad hubiera sido una guerra larga e igualada, de no ser por la astucia de Martheos, que previendo lo que iba a suceder, había dado ordenes a su ejercito de reunirse y comenzar la marcha mientras él se dirigía al banquete. De esta forma el ejercito de Bajopiedra al completo atacaría mientras las huestes de Martilloigeno todavía se estaban organizando, y por ello el Rey Kargath dio ordenes al Thain de la familia Kazmar de proteger el paso de montaña que era su hogar.

- ¿Proteger el paso? ¿Nosotros solos? ¡Tan solo contamos con 30 hombres y ellos son cientos!- Exclamó Urbin, hijo de Ugoth, Thain de Kazmar

- ¿Es que acaso te falta el valor, hermano? Yo misma acabaría con diez de ellos, si la causa no nos fuera tan ajena- Le reprendió Saghea, su hermana gemela.

- ¡Ya basta! -Exclamó el venerable Thain- El Rey ha dado una orden y se cumplirá, no importa que sean cientos o millones. ¡Ni aunque sus soldados fueran tantos como gotas de lluvia en la tormenta atravesarían nuestro hogar.

Y así llego el día en que el propio Rey Martheos, al mando de 500 soldados que componían la vanguardia de su ejército, se presentó frente a los guerreros de Kazmar.

- ¡Saludos, oh valerosos guerreros! Admiro vuestra tenacidad, digna de ser recordada. Admirad vosotros también la fuerza de mi ejercito, y rendid el paso. Evitemos que la sangre cubra hoy la nieve.- dijo el Rey, enfundado en hierro

- Nuestro Rey nos ha ordenado guardar el paso frente a sus enemigos, y vuestras palabras dulces no os servirán para echar abajo nuestras puertas- replicó Ugoth, Thain de Kazmar, al frente de poco mas de 50 soldados armados, contando mujeres, jóvenes y ancianos, y todo aquel capaz de plantar cara al enemigo.

El Rey Martheos se retiró hasta sus tropas, con el cejo fruncido y el orgullo herido, e hizo llamar a Fagrezt, una enorme bestia, un ogrun de al menos 3 metros de alto, y este trajo consigo a Urbin y Saghea, que habían sido capturados días atrás mientras dirigían una patrulla de exploradores. El Rey entonces volvió a adelantarse para hablar

- Mirad, Thain, estos son vuestros hijos. Cededme el paso y os los devolveré sin daño ninguno, incluso os permitiré conservar vuestro hogar. Tan solo debéis dejarme pasar, como si fuera un invitado que no permanecerá mas de un día. ¿Qué padre no cedería alojamiento a un invitado por el bien de sus hijos?

- ¿Qué hombre trataría de ganar con la palabra lo que no alcanza con su espada? Os pagaré todo mi tesoro como rescate, pero cederos el paso, eso no puedo, pues mi Rey me ha ordenado defenderlo.

- Esta absurda negociación me agota, pequeño Thain. Cededme el paso o vuestros hijos sufrirán las consecuencias, y mañana al alba vuestros cadáveres se pudrirán sin enterramiento, a la vista de los buitres.

- No puedo daros lo que pedís, mi señor. Os ruego que dejéis a mis hijos libres y luego, si tal es vuestro poder, acabéis con nosotros. Pero no me pidáis que traicione a mi rey.

Asi, el cruel Rey dio ordenes a Fagrezt de torturar a Urbin y Saghea. Al primero le amputó todos los dedos de la manó, para que nunca más pudiera empuñar arma alguna; y a la segunda le arrancó uno de los ojos, que se decía que eran los mas bellos de cuantos había en tierras de los Martillofuego. El anciano Thain observaba, con lágrimas en los ojos, mientras el corazón le ardía de rabia pidiéndole cargar contra su enemigo, tal y como quería el astuto Rey. Pero el viejo enano mantuvo su posición firme, guardando todo el odio para cuando sus hachas se cruzasen.

Por ultima vez el Rey Martheos volvió frente a las puertas de Kazmar acompañado de la bestia que era su torturador y su guardia personal, y con él los dos hijos del Thain, sangrantes y malheridos.

- ¡Por ultima vez! ¡Rendid vuestra fortaleza ahora que tenéis la oportunidad de salvar vuestra vida y la de vuestra familia!

Pero esta vez no hubo tiempo a ninguna respuesta, pues antes de que el Thain pudiese poner a prueba una vez mas su lealtad, ocurrió que Saghea se revolvió del brazo que la sujetaba, y con las mismas cadenas que ataban sus manos atrapó el cuello del Rey. Y allí mismo hubiera acabado con su vida, de no ser por Fagrezt, que acudió al rescate de su amo; y por la cobardía de Urbin, que en lugar de ayudar a su valiente hermana aprovechó el momento para escapar.

Y así fue que Saghea fue muerta por la bestia frente a las puertas de su hogar, a la vista de su padre, sus hermanas y de sus vasallos. Y esas mismas puertas permanecieron cerradas cuando Urbin el Cobarde suplicó auxilio a su padre, auxilio que le fue negado, y tuvo que huir del lugar con vergüenza y deshonor.

1 comentario:

Edel dijo...

¿Así que ese era su secreto?