viernes, enero 29, 2010

Pequeños placeres III: Silencio

Apoyado contra la encimera de la cocina en la solitaria casa, tomo en silencio un vaso de cocacola a pequeños sorbos. El refresco burbujea en mi boca, bajo mi lengua. Me paro a pensar un instante en el sabor dulce, en la sensación de las burbujas en la punta de mi lengua. Puedo oírlas.

Puedo oírlas incluso a pesar del atronador sonido del reloj automatizado del horno, con su mecánico thuck-thuck-thuck que recuerda a un martillo hidráulico. Puedo oírlas sobre el contundente tic-tac del reloj de pared.

Cierro los ojos. Al momento, comienzo a percibir mas sonidos. El motor de la nevera. Los coches allá a lo lejos. Niños jugando, no se donde. Voces en algún otro piso, quizas una televisión, o una radio.

Son sonidos lejanos, apenas perceptibles. Quizás si me moviese, alejándome del ruido de mi cocina, podría escucharlos mejor, pero tengo la sensación de que si abro los ojos y doy un solo paso, todo este mundo de diminutos sonidos desaparecerá, llevándose la calma consigo.

Abro los ojos, doy un ultimo trago al vaso y vuelvo a mi habitación. La casa está en silencio.

jueves, enero 28, 2010

Galiciarol

Galiciarol es un una página sobre rol (y frikismo en general) pensada para servir de punto de información y reunión de los roleros de Galicia.

Cerró hace un par de años, pero esta semana a sido reabierta, con la esperanza de que sea una herramienta util para que podamos enterarnos de todas las jornadas, vivos y actividades realizadas en nuestra comunidad autónoma (y fuera de ella).

Queda añadido el enlace en la barra lateral, y os animo a todos a pasaros por ella ;)

martes, enero 26, 2010

Clávame agujas bajo las uñas


Clávame agujas bajo las uñas
Que quiero ver si aflora sangre
O si tengo ya los dedos marchitos
De tanto teclear en balde

Clávame agujas bajo las uñas
Hasta que asomen lágrimas
Que limpien mi piel de escarcha
Que llenen de sal mis labios

Clávame agujas bajo las uñas
Despacito, suave y sin miedo
Que quiero ver si aun hay gritos
Atrapados en mi garganta

Clávame agujas bajo las uñas
De improviso, como puñalada
Para que no me despiste
Ni olvide con quien hablo.

Clávame agujas bajo las uñas,
Cédeme tu puesto en el calvario
Empuña de Longinos la lanza
Asegurate que ya nada late.

Y luego, por favor, no me llores
No me envuelvas ni me sepultes,
Simplemente olvídame
Y déjame resucitar tranquilo

martes, enero 19, 2010

El cielo intacto

El Gato se acercó sin hacer ruido a las brasas, recostándose junto al agonizante calor que estas ofrecían. Aprovechó la casi imperceptible luminosidad rojiza que desprendían para echarse un ojo y comprobar que todo seguía en su sitio: sus patas estaban en el lugar correcto y su pelaje seguía igual de oscuro. Y bajo aquella manta negra, supuso, las cicatrices seguirían marcando su piel, formando complicados patrones y figuras que era incapaz de comprender.

Hacía ya rato que había anochecido. Tampoco es que importara demasiado, ya que la mayor parte de su vida había transcurrido de noche, a la luz de las estrellas. Y ahora se encontraba allí, recostado frente a un agonizante fuego ajeno, sin preguntarse quien había acumulado la leña ni quien había iniciado la quema.

Un resplandor cruzó el cielo. El Gato levanto la vista al cielo sin apenas prestarle atención. No era la primera estrella que caía a tierra, desvaneciéndose en el aire, dejando tras de sí tan solo un leve rastro de humo.

Aún así el brillo era deslumbrante, casi doloroso, y el gato cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos supo que algo no marchaba bien. Miró al cielo. Escrutó durante horas cada palmo de la bóveda celeste. Y no encontró nada.

Nada. De pronto todos aquellos puntos de luz que rompían el azul de la noche habían desparecido dejando tras de si un espantoso cielo intacto. Apenado, el gato volvió la vista a las moribundas brasas. Observó de nuevo su tenue resplandor rojizo, alargo sus zarpas y dejo que estas absorbieran el calor que brindaban.

Supo que podía dormirse allí, olvidarse por completo de la bóveda celeste y vivir tranquilo. Y dejar de ser quien era.

Con movimientos lentos y perezosos, se obligó a si mismo a levantarse, y comenzó a caminar de nuevo bajo aquel cielo intacto. Si las estrellas habían abandonado el cielo, quizás fuera el momento de buscarlas en la tierra.