martes, mayo 24, 2011

Y cuando todo parezca derrumbarse...

Cuando el otro día Guille empezó a tocarla, logró arrancarme una sonrisa (aunque había interpretado la letra de otra manera). Y terminé repitiendo "Everything 's gonna be alright", como si fuese una tabla a la que agarrarse.



Supongo que a veces basta una guitarra y un amigo con el cantar para sentirse bien. Así que deberiamos comprar mas guitarras, porque en 3 días ya he visto demasiada gente que me importa sentirse mal.

miércoles, mayo 11, 2011

I must be dreaming

El Gato salió de la que, de alguna manera, se había convertido en su segunda madriguera. Un lugar donde se sentía seguro, tranquilo, a salvo de la ciudad depredadora que devoraba los sueños de sus habitantes. Fuera, el sol del mediodía lo recibió con su radiante y abrasador calor.

- Nada comparado con el calor de mi Estrella- pensó

Pero tocaba regresar a su vida y sus obligaciones. Así que continuó su camino con una sonrisa en la cara y sin mirar realmente por donde caminaba. Era el camino de siempre, por el que había pasado tantas veces. En sus oidos sonaba "We'll all be...". Y de pronto se dio cuenta.

Allí en aquella misma calle que había atravesado tantas y tantas veces durante los ultimos meses, era donde el Aguila había establecido su primer nido. Había sido en alguno de aquellos arboles donde se habían despedido en la larga noche de charlas, donde el mismo se había encaramado en su compañía, donde había echado un vistazo fugaz a su vida y había deseado entrar en ella. Y ahora ni siquiera recordaba con claridad en cual de aquellos arboles era. Y tampoco importaba. No merecía siquiera la pena detenerse a pensar en cual de los arboles había sido.

Habían pasado los años y se había olvidado, tanto como para no darse cuenta hasta hoy, porque aquel ya no era el barrio en el que el Aguila estableciera su nido, sino el barrio en el que su Estrella descansaba.

El Gato sonrió, y se miró a si mismo para comprobar que todo siguera en su sitio: sus patas estaban en el lugar correcto y su corazón seguía latiendo. Su pelaje, en cambio, hacía tiempo que se había vuelto blanco, casi transparente. Y bajo el ya no quedaba ni rastro de las cicatrices, de las heridas tan lejanas en el tiempo.