sábado, agosto 22, 2009

Tanatorio

Ultimamente me cuesta bastante escribir. Me pasa lo contrario a lo que solía sucederme: tengo ideas, pero cuando me pongo a escribirlas se derrumban y los relatos quedan a medias. No estoy demasiado contento con el resultado de este... para mi, que realmente estaba allí, las escenas son mucho mas... "visuales", y no se si habré conseguido transmitir bien esa sensación... En fin, sea como sea, aqui queda.

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Luis sintió un consquilleo en el brazo que lo distrajo del sermón. Bueno, en realidad lo sacó del mundo de sus adentros para traerlo de vuelta al sermón.

El ataud seguía ahi, quieto, presidiendo la ceremonia con su tenebrosa presencia de madera brillante. Había entrado al inicio del funeral, arrastrado por un trabajador del tanatorio, perfectamente coordinado con el sacerdote que entraba por la puerta contraria. Lo habían colocado allí con su corona de flores, a escasos metros de sus familiares, que ocupaban los primeros asientos de la pequeña capilla. El encargado de transportar ataudes desapareció por la misma puerta doble por la que había entrado, anclando dos pesados pestillos al suelo con un ruido seco como de disparos.

Y luego, había empezado la ceremonia. Había intentado seguirla, pero le resulto imposible. Los pasajes eran los mismos que había escuchado en otras tantas ocasiones. Las frases de consuelo tan solo variaban en el nombre del difunto. Y la misma filosofía llena de agujeros que contradecía la doctrina que el mismo cura defendería al día siguiente. Y, además, aquel sacerdote parecía estar tan cansado de repetir aquello como Luis de escucharlo.

- Debe ser un trabajo aburrido y desesperanzador, celebrar tan solo funerales en esta capilla- pensó para sus adentros- ¿Realmente creerá en todo lo que está diciendo? Y... ¿los familiares realmente desean oir todo esto?

La estruendosa melodía de un movil con el sonido de unas gaitas lo trajo de vuelta esta vez. Las cabezas se giraron, alguien carraspeo, y una nervioso asistente se afanó en colgar la llamada. No habían pasado ni diez segundos cuando el episodio se repitió. Esta vez incluso la hija de la difunta clavo su mirada, arrasada en lágrimas y oculta tras la gafas de sol, en el propietario del impertinente aparato.

La ceremonia se prolongó lenta y cansadamente, como arrastrandose, algún tiempo más. Por fin, el sacerdote se preraró para dar la eucaristia.

- ¿Alguien va a comulgar?- preguntó antes de molestarse en tomar la copa llena de hostias en su mano.

Una a una, algunas manos timidas se fueron alzando. Una, dos, tres... cuatro... cinco... y ya no mas. Luis se preguntó el sentido de todo aquello: la capilla repleta de gente que acudía a una ceremonia religiosa en la que no creían, encargada por los familiares que tampoco creían en ella a un cura falto de animo para llevarla a cabo. Si la situación no fuera tan inoportuna (con el brillante ataud vigilandolo todo desde su esquina) hubiera esbozado una sonrisa en honor a la ironía, la falsedad y el sin sentido que impregnaban todo el acto.

En estos pensamientos andaba cuando un cosquilleo en el brazo volvió a interrumpirlo. El Sacerdote ya se retiraba- "Podeis ir en paz"- En cuanto salió por su puerta, el sonido como de disparos volvió a oirse y la puerta de la izquierda se abrio. El mismo operario entro con paso apurado hasta el ataud, se giró hacia la multitud y dijo:

- La cremación se realizará en la planta baja ¿Alguien desea presenciarla?- Un silencio denso e incomodo hizo acto de presencia, como una red pegajosa que ahogase las palabras de los presentes- ¿No?

Ante la falta de respuesta se dio media vuelta y volvió a empujar el ataud, como quien llevase un carro de la compra, hasta la puerta doble por la que había entrado. Un instante despues, el ataud y el cadaver que contenía desaparecieron de la vista de los presentes, con rumbo al infierno del crematorio. Las puertas se cerraron y resonaron otros dos disparos.

Un tercer cosquilleo en el brazo atrajo definitivamente la atención de Luis. Bajo la vista y la vio allí, pegada a su brazo. Era una mosca. Una de estas moscas negras y enormes, correteando por su brazo.

Por un momento Luis se pregunto de que se alimentan las moscas en un tanatorio.

De los cadáveres que un día fueron flores, sin duda.

2 comentarios:

Guillermo dijo...

Por suerte, no han sido muchos los funerales a los que he asistido. Creo que la tetrica ceremonia sirve para que cada uno despida al difunto a su manera y acompañar a los que se quedan, independientemente de la religión en la que se celebre todo.

caleidoscopio dijo...

Eso me ha recordado una canción de Marea...
"y apagar las colillas en todos los recuerdos
que fueron semilla pero ahora son crisantemos
que esperan que, envuelto en madera, los vaya a besar"

Escribe sobre cosas más alegres anda ^^